Siempre quise ir a LA

miércoles, marzo 26, 2008

Spago

Al salir por la puerta grande de Malibú decidí que era la noche ideal para visitar Spago, templo de la gastronomía angelina, dos estrellas Michelín. La ocasión requería de ese manirrotismo que no pocas veces me ataca y que, por fortuna, también narcotiza a los miembros del extinto sushi club, entre otros. Llegados a este punto, no puedo dejar de mencionar a mi amigo Gonzalo, adalid de mis inicios gastronómicos en Barcelona.

Spago tiene dos estancias típicamente californianas: el patio con palmeras, de inspiración morisca, y la sala central, abierta a los ventanales que desnudan la cocina de Wolfgang Puck, el factotum del lugar. Para empezar, champagne; mi libertad lo requería. Recobrado el pulso, pedimos el menú degustación: seis entrantes, un pescado, dos carnes y un postre. Y con cada plato, una copa de vino en consonancia. El parque de atracciones del vividor. El clímax de mis noches angelinas. La creatividad llevada al extremo. Arte de fácil consumo, no obstante.

La felicidad es como la inteligencia: admite dimensiones. Igual que se trata de alcanzar un equilibrio entre abstracción y emoción, la felicidad debe ser función del amor familiar y de pareja, la amistad duradera y recíproca, la plenitud profesional y la felicidad sensorial que proporciona la música, el fútbol, la lectura, los viajes, el sexo o la gastronomía. Grande California y viva la vida.