Siempre quise ir a LA

sábado, marzo 08, 2008

Terroristas

...y de nuevo terrorismo. Recuerdo cuando el terrorismo tenía cierto halo de macabra rebeldía juvenil, cuando descerebrados de coletilla y pendiente irlandés se dedicaban a quemar autobuses. Los chicos de la gasolina y sus hermanos mayores, los asesinos, eran algo coetáneo a mi generación, a mi país. Asquerosamente habitual.

Quizá debido a la distancia, los terroristas actuales, probablemente más jóvenes ya que yo (se me eriza el vello al escribir esto último), me inspiran imágenes en blanco y negro, o a lo sumo en el sepia propio de la transición. Es una paradoja curiosa. Yo ya soy más viejo, ellos son más jóvenes... pero están tan trasnochados y su existencia es tan ruín y miserable que no merecen sino lo que tienen: el rencor como memoria, la cobardía como ideal y el fracaso personal como último resultado. Y eso es lo que debería hacerles reflexionar: su degradación humana, su propio hundimiento en un sumidero psicológico, económico y social de consecuencias terribles para sus familiares, para su tierra, para todos.

Quizá sea tan solo una idea feliz sin mucha enjundia detrás, pero si yo fuera responsable de interior, entre mis medidas habría lugar para una campaña de comunicación que mostrara las consecuencias del terrorismo para los terroristas. Tristemente acostumbrados al dolor irreparable de viudas y huérfanas (Isaías, yo también me acuerdo de ti esta noche), mostrar la realidad de quienes un día toman el camino de las armas ayudaría desterrar las ideas violentas que por alguna razón extraña se forjan en uno de los rincones más bellos de España.

La jodida vida en el talego, su irremisible camino. ¿Les merece la pena?