Siempre quise ir a LA

miércoles, marzo 05, 2008

Las elecciones

Tomo prestada la correspondencia que me llega estos días:

Prieto,

Es lunes y llueve. Mala combinación. Como tú estás en La Siempre Soleada, ya no te acuerdas de lo que esto significa para un tipo que ayer era feliz en su huerta viendo el cielo azul y el paisaje invernal de la montaña.

Hoy debatimos. Como llevas una vida relajada con horarios flexibles, supongo que podrás ver a nuestros líderes reñir. Aquí estos días hay mucha Política; sin embargo, el tema ni se trata. Es un síntoma. Hay una trinchera abierta y cada uno se parapeta al otro lado. Hace sólo algunos años, era un foso y la gente le fue echando tierra hasta que casi era ya un pequeño surco testimonial que podía pasarse de un salto. Pero desde hace algún tiempo, volvieron las palas y abrieron otra vez el foso. Es un foso absurdo y no tiene ningún fundamento real, porque a uno y otro lado esta gente que defiende exactamente las mismas cosas. Es algo así como ser del Oviedo o del Sporting. Pero agitan las banderas con ímpetu y parece que seguimos en el siglo XIX, que no existan derechos civiles ni sociales, que el gobierno pueda caer en manos de curas y militares. No se dan cuenta de que el mundo está en manos de los que manejan los hilos de la pasta, o sea tú y tus compinches.

El PSOE tiene un equipo de campaña cojonudo. Tienen las ideas claras y saben a quién se dirigen. Mariano tiene un lamentable equipo de asesores. Tienen diez millones de votos y no dan un paso para ganar alguno más, porque tienen miedo de perder a la parroquia fiel. Si alguna vez gana esta derecha unas elecciones, no será por méritos propios sino porque los socialistas la cagan como cuando González, o como la va a cagar este cuando salga por segunda vez dentro de una semana. No hay duda de que habrá segundo mandato. Lo del empate técnico es la mayor gilipollez que he oido nunca, porque todos los votos de todos los partidos pequeños hay que sumarlos en el haber de Zapatero que con pólvora ajena, es decir con nuestra pasta y nuestro patrimonio nacional, es capaz de comprar todas las voluntades que haga falta.

Zapatero es el prototipo de hombre contemporáneo. No tiene principios ni ideología ni moral. Este camino lo empezó González al que le sale la pastra por las orejas y es el amigo de las mayores fortunas relámpago que imaginarte puedas. Pero Zapatero es un alumno aventajado, porque su inmoralidad es visceral. Se maneja perfectamente en ese terreno, porque le sale de dentro.

Esa falta de moral es lo que a mí me da miedo, porque no es que algunos políticos por no decir casi todos carezcan de conciencia; es que la sociedad cada vez se aleja más de cualquier tipo de valores que no sean los del vivir bien, trabajar poco y no comprometerse con nada que requiera esfuerzo. Los programas de TV van en esa línea y transpasan cualquier norma. Los modelos que nos proponen son esos. ¿Qué sociedad tendremos dentro de treinta años? Quién va a respetar las ideas o las propiedades del vecino. Quién respetará alguna norma por pequeña y ridícula que sea.

Mira que lo digo veces: cuando la revolución francesa se cargó a los curas, sustituyó la moral católica por la moral cívica. Aquí ni una cosa ni otra ni la contraria. Estamos en manos de unos tipos que le dicen a la gente solo lo que quiere oir. No hay pedagogía por parte de los políticos, para decirle al personal incluso cosas molestas pero reales.

Hace unos años que el PSOE echó al PP a la caverna de la ultraderecha, y el PP no supo defenderse y reciclar la carcundia. Ahora tenemos a un registrador de la propiedad con pinta de buena persona y que recoge votos de los más fachas, de la conferencia episcopal, de los católicos conservadores, de los liberales ateos y de los rojos renegados. ¡Como para hacer propuestas concretas a esa tropa!. Los otros en cambio, son modernos. No se sabe muy bien lo que es eso, pero es divertido. Es juvenil, desenfadado, alegre, la vida es en colores y no como en el NODO de aquellos años tristes del franquismo. Enfín, que no hay duda. Entre el registrador de la propiedad, y ese cuyo oficio nadie conoce, no hay duda: Zapatero.