Siempre quise ir a LA

domingo, junio 24, 2007

Las últimas semanas

Subí al monte Whitney y mi fuerza mental desapareció de repente: estudiar para los finales era una tarea más que ardua; no digamos ya encarar una vuelta al mundo de 100 días y el hecho de volver a casa tras un año. Lo cierto es que las últimas semanas en la siempre soleada California fueron un contínuo ir y venir de fiestas característico de las épocas en que las cosas llegan a su fin y el personal necesita quemar las naves ante un hipotético futuro de tedio, rutina, niños y suegros en casa.

Pasé unos días en Arizona viendo el cañón y disfrutando de la paz del desierto, tan solo comparable con la que ofrecen las grandes montañas. La selva colombiana, la marisma yucatana, la savana tanzana... son tan ricas en fauna y flora que la soledad más completa puede ser paradójicamente bulliciosa, atronadora, peligrosa.

Dos días en Madrid fueron suficientes para conectarme a la gente que más aprecio y tanto echo de menos. Lucía, Ana, Nieves, Alberto, Mac, Gonzalo, Edu, Carina, Roque... pude verles a la mayoría y todo volvió a ser como siempre. La vuelta del hijo pródigo viene en ocasiones acompañada de dudas. ¿Seguirán acordándose de ti? ¿Tendrán otra vida, tendrán tiempo para quedar conmigo?. Cómo reconforta volver y saber, sentir que ellos (vosotros, que me estáis leyendo ahora) seguís ahí, sin moveros, sin condiciones. Gracias.